22 de diciembre de 2019

Colisiones






«Quiero decirte que ya nada me sacia
y ni siquiera sé qué querrías beber
si te invitase a tomar el mundo y aceptaras
que se me caen las alas al suelo cuando freno y pienso
y me hago por un segundo consciente de todo lo que no sé
de qué querrías compartir conmigo
de cuánto querrías
para cuándo
durante cuánto»

- Pablo Benavente



Hoy por primera vez no te he visto
aunque hace siete meses que te fuiste
y han aparecido miedos
en mi mesita de noche
con los que nunca me quise acurrucar. 

Me los he llevado a la cama,
me han abrazado al dormir
y me han dado el calor 
que hacía mucho tiempo no sentía.  


No sé cuándo acaba el amor
o a qué lugar se va cuando desaparece.
No sé dónde se refugia
o de quién huye.

Pero a veces parece que se esfuma sin más,
y ya no está al girar la esquina
en el sitio de siempre.


Eso es lo que me han estado susurrando 
durante toda la madrugada.
Que puede que nunca nos volvamos a ver
que la vida tenga caminos paralelos para nosotros 
y ya no nos quede nada por hacer,
nada a lo que jugar. 


He estado cegada por las flores,
por los días bonitos,
por la ganas de ver el tiempo pasar
pero no para nosotros.

He estado ocupada tirando de mi
para no estancarme,
para encontrarme en este laberinto
y aprender a decir adiós a la otra,
a la que conociste
y a la que ya no soy.


Y ahora que lo he conseguido
-a medias porque no acabo nunca 
de acostumbrarme a las despedidas- 
ahora
la angustia aparece y sube a mi cama
y vuelve a arañarme la garganta
como si le perteneciera.



Nunca concebí nuestra historia
como algo tan breve 
y con un final tan estúpido. 

Nunca vi nuestros caminos 
como dos rectas secantes 
que desde aquel choque,
desde aquella magia
y desde la colisión de tus planetas con los míos
pudieran crear fuerzas inversas 
y alejarse 
cada vez un poquito mas.

Porque ese día creí en el destino.
Ese día todos los sinsentidos
se convirtieron en una historia
que terminaba contigo enfrente.


Sabía que llegaba siempre tarde
a lugares y a personas,
tú solo eras un ejemplo más.
Pero tenía la sensación irracional
de que había un momento idóneo
esperando por nosotros.

Hasta esta noche. 


Ahora la razón me susurra
que esta historia ya ha acabado
que nadie quiere segundas partes por si las decepciones
que esto queda como anécdota de nada

y que nosotros

los de ayer


ya estamos muertos.



19 de diciembre de 2019

Tregua






«No me siento perdida. 
Es solo que no sé dónde termina el mar que llevo 
dentro 
y a veces me ahogo.»

- Elvira Sastre



A veces me niego a dar color
al montón de papeles rotos
en los que me he convertido.
A veces el mundo llueve
con una empatía desoladora
que me empapa hasta los huesos.

Nunca sabré caer de esa forma
y hacer que la gente me admire por ello.

Porque tiendo a hacerlo a oscuras,
siempre en silencio
porque te proclaman libre de tropezar
pero esclavo de no hacer ruido 
por si molestas. 


Algún día cada tres inviernos

un ser humano se gira, me mira
y frunce el ceño.
Hace una mueca graciosa, sonríe
y se va.

Y solo se me nubla mas la mirada
por ser incapaz de valorar como se merece

esa señal de “me importas, 
pero nunca me han enseñado qué hacer
cuando la gente está tan triste”.

Y siempre me pongo un poquito más.



A veces seguimos aquí

solo porque alguien espera que lo hagamos.


Antes creía que ellos tenían la suerte
de conocerme ahora
que me quiero más que nunca,
pero hoy me he dado cuenta 
de que la suerte la tengo yo
por ya no dejarme caer
aunque hacerlo me suene a tregua.



19 de noviembre de 2019

Camino de migas




«... empatizo con todo aquel que acumula bocetos incompletos 
porque mi vida también fue una mancha negra 
en un lienzo blanco, 
-pero entonces alguien me llevó a un museo y me llamó arte-»

- Elvira Sastre





Yo también he estado ahí.
También he cerrado los ojos
sabiéndome musa
y disfrutándolo.


He estado donde tú estás,
he recorrido el mismo camino de flores
que ahora pisas
cuando quieres acercarte un poco.


Han caído mientras me alejaba,
nunca ha sido mi intención que las encontrases
y siendo honestos siempre pensé
que no volvería a verte por aquí.

No quiero que te confundas.

Todas las manchas,
tanta tinta escupida,
sigue siendo por mi y no para ti.

Para ti tenía muchas otras cosas
que jamás podré darte en este formato,
que ojalá hubieses venido a buscar 
piel con piel.


Este camino de migas,
de trozos rotos,
de flores secas,
son accidentes y no planes.

Nunca he dejado huellas
para que me busquen;
las dejo porque no se irme de otra forma.


Cerrar la puerta sin arreglar grietas
hace que tarde o temprano
la casa se derrumbe,
y mis ojos han visto ya suficientes ruinas
como para arriesgarse a vivir entre escombros.

Por eso siempre que escribo lo hago por mi,
para intentar arreglar los rotos,
los cuadros torcidos
que dejan aquellos que permito entrar,
y que se van sin pegar portazo.


Conozco bien mis límites.
Lo bueno es que llego hasta ellos
pero nunca me dejo caer.

Lo malo es que no me dejan
y a veces destruirme
es lo único que quiero.


Tú no tienes nada que ver en todo esto.


Así que lo siento,
escribir(te) es solo la consecuencia
de los daños de una guerra
que no ha sabido de treguas
aunque sí de tiempos muertos.

Los retales de la lucha por sobrevivir
en un entorno hostil
escondido tras las costillas.

El rastro de las barricadas
en lo más alto de un faro
que sólo ha visto alumbrar
océanos embravecidos.


Esta carretera es de sentido único
y la meta la pintan de blanco.
y le llaman hogar.

Y ahí solo vivo yo.



28 de octubre de 2019

Hojas sueltas





«Seamos realistas: nadie se va a morir por nadie,
pero vivir eso ya es otra historia»

- Pablo Benavente




Una vez grité "no te vayas"
y poco tenía que ver con la distancia de dos cuerpos
ansiosos por crecer,
hambrientos de experiencias,
impacientes por tener el mundo en sus manos
y el cielo a sus pies.

Esas tres palabras se asemejaban poco
a cadenas y grilletes,
no tenían complejo de bulto extra,
no entendían de cabinas ni de bodegas
ni de cinturones de seguridad.

Desconocían la gravedad
porque de lo contrario
flirtearían con el riesgo a la caída
y asomadas al vacío
habrían sido incapaces de volar.


No sirvieron de nada
y le eché de menos
en cuanto salió por la puerta.


El precio a pagar era tan alto como siempre
pero no estaba segura
de poder encontrarme otra vez
en tan poco tiempo.

Porque ya lo hice,
me encontré
y volví a hacerlo en él.


Odié los ojalases
porque me confirmaban
que seguía sin estar aquí
y todos los deseos que pude pedir
acabaron en sacos rotos
esparcidos por carreteras
y formando un camino de migas
que solo sirvió de alimento a los buitres.


Dejé de tener hambre
en cuanto no pude comerle la boca
ni las dudas, ni los miedos,
ni las frustraciones
ni los "este mundo es una mierda";
justo cuando ya no podía mirarle
y pensar que estaba él
y eso siempre lo haría un poquito mejor.


Recuerdo ir al baño porque el nudo se hacía tan grande
que no podía el aire entrar en mis pulmones.
Dejar el agua caer,
ahogar las sonrisas
acumuladas en mi garganta.

Te juro que dolía de verdad.


Ahora solo se me hace el día cuesta arriba
cuando nos sueño
y vivo todo aquello que pudimos ser
pero dejamos escapar.





11 de octubre de 2019

Aguja imantada







«... por necesidad necesito un espacio profundo de color azul tibio
o una playa desierta donde gritar todo el dolor
un espacio donde guardarlo
un espacio en el que no exista nada de lo anterior
una huida absurda que no me lleve a ningún sitio,
pero me saque de aquí»

- Ana Barrero




He cambiado mi corazón
por una brújula
que me sigue hablando en un idioma
que desconozco.

Supongo que esta es mi renuncia al norte
al sur,
y al resto de puntos cardinales.


Estaba buscándome
porque hace meses no me encuentro
pero hoy la almohada me ha dicho
que siempre me he llevado en los zapatos
y no sabéis lo estúpida que me ha hecho sentir.


Tantos meses conmigo
y yo sin verme,
sin notarme siquiera

como quien pisa una hoja
y el otoño no se queja.


Me he buscado en cuanto he podido
pero sigo sin encontrarme
aunque algo continúa molestándome
a cada paso que doy.

Como una piedra fantasma,
una herida fantasma,
o un fantasma
al que no he podido ver
pero no paro de escuchar gritar.



Oigo al psicoanalista que habita en mi cabeza
estudiando mi infancia y devolviéndome
que los traumas los arrastro desde entonces,
de la "época más bonita"
y no se donde esconderme.

Por suerte o por desgracia
nunca he podido huir de aquí.
Y  no por falta de ganas
sino porque he visto mi piel
transformarse en los muros de una cárcel
y los huesos fríos en rejas.


Lo único más aterrador
que una prisión repleta
es una completamente vacía.

Con sangre en las paredes
y ruidos de cadenas que no cesan
como fuente de alimentación de unas pesadillas
que rezo por dejar de escribir.



Vivo atormentada por quien fui
por quien nunca seré,
por un reloj que sigue marcando el ritmo
y por un mapa que solo me deja ver el camino
cuando me equivoco

y la sangre le salpica.





25 de septiembre de 2019

Bajo la piel


  



«Se irán, volverán para mirarte
como envidiando detrás de un muro
un jardín salvaje que les hiere. [...]

Para los ojos que tocan, cuerpo de humo.»

- Rubén Tejerina




Las máscaras que antes me intrigaban
ahora me asustan por las esquinas.
Si te apetece ver teatro
basta con salir a la calle.

Somos expertos actores y actrices
buscando que alguien nos aplauda,
acabar con las manos llenas.

Misma escena, distinto lugar

Podría culparte por ello
pero fui yo quien firmó el decreto,
la orden de despido
y el tratado de paz
con el hijo armado al que nunca caí en gracia.

Supongo que estas son las consecuencias.



Ya no quiero dar nada
y me suena a abrazos propios
después del fustigamiento.

A cubrir necesidades
que tantos meses han demostrado ser carencias
y búsqueda desesperada por caminos
que nunca quise transitar.

Que nunca habría recorrido antes de ti.



No quiero dar nada
porque no ven el resto
y quiero que lo hagan.

Porque soy más que tangible
y estoy a un paso de renunciar,
a medio de creerles,
a un cuarto de tropezar con la rueda del sistema,
dejarme reducir,
y convertirme en un simple escaparate.



Hay días en que no te echo de menos
y me entran ganas de morder,
de acabar con todo,
de liderar la revolución.


Pero hay otros en los que estoy tan triste
que no se qué decirme
para abrir los ojos
y salir de la cama.


Porque querer no es poder
y no se si puedo
aunque quiera y quiera mucho.

Y a veces soñar
es meterme en una fosa
y echarme arena en los ojos.






12 de septiembre de 2019

De esponja a piedra





«Que ya no tengo miedo, 
que dejé de arrastrarme, 
que ya no follo rodeada de ruinas, 
que dejé de llorar, 
que vuelvo a estar en mi sitio».

- Elena Codes


Creo que no te quiero de vuelta
y es que ya no noto el calor de tu cuerpo
al pensarte.

Llevo meses viviendo en un hogar abandonado
y por fin se ha hecho de día.
Por fin entra la luz por la ventana
y no me ciega.


Creo que no te quiero de vuelta
y sigo sin entender el propósito de todo,
sigo lanzando preguntas
a un mundo que nunca estuvo a mi alcance.

Tengo la absurda sensación de estar perdiendo lecciones,
de haber transformado la esponja en piedra,
de no estar comprendiendo nada.

Continúo pensando que nuestra historia
ha sido la mayor putada que han leído mis dedos
-hasta la fecha-.
¿Qué se supone que debo aprender
de una despedida gritada a voces?


Deseé no haberte conocido nunca
y pensé que nunca lo haría
pero me ardían los pulmones
y me sangraba la piel
cada vez que invadías la oscuridad de mis ojos.


Te fuiste y lo sabía
y no supe reconstruirme a tiempo
de no perderme.


Te fuiste y lo sabía
y días antes te acomodaste en mi salón
te traje mantas,
y permití que te acurrucaras en mi pecho.

Lo abrí solo para ti.
Y mientras tanto miraba tu billete de ida en la mano
como quien mira un papel en blanco
como quien firma sin leer la letra pequeña.


Creo que no te quiero de vuelta
y no me hace más feliz pensarlo.
Me asusta que tanta tristeza acumulada
lo acabe reventando todo,
se acabe escapando por los rincones.


Me asustan los truenos,
la falta de aire
las lagunas de agua salada
y el eterno invierno que he habitado.


Para nada.



21 de agosto de 2019

Sit tibi terra levis







«Nadie elige bando, nadie
deja nunca de pelear,
nadie
recuerda siempre para qué quería ganar,
o perder, que, viniendo a ciertos casos,
es una cuestión de pura redundancia.»

- Pablo Benavente



Dudando, siempre dudando
en quien confiar, a quien
contar más allá del silencio típico,
en quien verter algo de todo ese
pozo de contradicciones,
cuidando la propia espalda
insegura, queriendo
ocultar algo menos, ser algo más.
nacer más fuerte bajo la empatía del otro.

Dejar de lado los miedos al
encontrar alguien con quien
compartir perspectivas,
encontrar lo necesario,
prescindir de lo ajeno,
confiar, confiar, confiar
imbécil, tan cegada, tan a
oscuras que
no vi llegar los cuchillos a mis vértebras.



Siempre he sabido que es mi infierno quien me salva
que parto de la ventaja de conocer quien soy,
que me reciclo y me renuevo cada diez espejos
para que nadie mejor que yo reconozca mis caras.

Porque tengo muchas,
soy todas y cada una de ellas
y al final del día dormimos en paz.


Cada tres dudas me moldeo un poquito más
porque nada me parece suficiente,
porque nunca he dejado de querer
porque soy insaciable y yo misma me alimento,

de vísceras propias.

De hojas de calendarios,
de puntos finales que escribí,
de suspensivos que me vi obligada a,
de libros con mi cara en la portada.

Al final del día todas conciliamos el sueño
porque ninguna tiene sangre extraña entre sus uñas.


Os alimentáis de carne de otros
y busco la explicación
en vuestra incapacidad para volar.


Condenados a vivir a ras del suelo,
aburridos entre tanto polvo,
rodeados de depredadores,
admiráis con añoranza las alas de los libres,
de quienes aun volando en círculos,
no arrastran el peso de la culpa del daño de nadie. 


Tiráis piedras a matar
por si alguno cae
y así poder saborear la liberación.

Ya no sabéis buscarla de otra forma.


Llevo días dejando plumas caer
para que os podáis alimentar,
últimamente me sobran.


Con un poco de suerte
os dará para matar el gusanillo
que os habita.


Que la tierra os sea leve,
carroñeros.




25 de junio de 2019

Montañas de sal







«Aíslate con tus fantasmas
hasta darles de comer en tu propia mesa,
con tus propias manos,
con tus putas palabras, 
acostúmbrate a su presencia de cánticos pasados
y futuros deshechos,
carga con ellos adonde vayas, protégeles
de quien quiera olvidarlos
y te ofrezca el látigo con el que domesticarles»

- Escandar Algeet.




Me mira de reojo y se descojona.
Y yo me descojono detrás.
Le da igual todo
porque es libre y se expande
como el oxigeno en mis pulmones,
y en cuanto aparece
no quiero dejar de inhalar.

Adoro dormir a su lado.
A veces es tan fuerte
y ocupa tanto espacio
que me oprime los órganos,
me quita el hambre,
me entrecorta la respiración
dejo de pensar con claridad
y me aprieta el miocardio.

Entonces la sangre bombea lento
comienzo a sentir frío
y me entran unas ganas inmensas de llorar
por el equilibrio,
por la paz.


La otra me cuesta de digerir
hacerlo sin clavarme puñales por el camino,
sin que resuene un "te lo mereces" de fondo,
o sin arrastrar mi sombra por entre las piedras.

Me intoxica en cuanto aparece
y caigo a sus pies como una esclava
que ha nacido únicamente para ella,
y lo sabe porque suele morderse el labio.

Me provoca y quiero tocarle,
invitarle a beber de mi fuente,
esa permanentemente recubierta de nenúfares
para que nadie la descubra.


Renunciaría a la risa por su intensidad,
porque me eriza la piel cuando menos lo espero
porque ha sido mi ancla
cuando el caos me robó la voz.


Me cuesta de digerir
pero me gusta su sabor.

Me gusta quien soy a su lado
y que no se corte
cuando comienzo a desnudarme.

Que me mire directa
y me coja de la mano
llevándome a su terreno.

Que una vez allí me invite a experimentar,
a crear rodeada de montañas de sal
y que siempre salga algo bonito.




La felicidad la vivo
porque siempre se me rebela
porque nunca la he podido someter,
ponerle correa y atarla a mis costillas.

Cuando llega me nubla la vista
arranca mis cuerdas vocales
y potencia el resto de sentidos.


Y siento su caricia en la piel,
su calor en mi pecho,
Saturn de Sleeping at Last sonando de fondo,
saboreo a quien alguna vez me hizo el amor
y huele a otoño por todos los rincones de la casa.

Me invita a quedarme,
pone piedras en mis zapatos
y me colma de todo lo que alguna vez deseé.



Pero en silencio sigo esperando a la otra
y entre sus brazos no puedo dejar de preguntarme
qué cosas nuevas crearemos cuando vuelva a besarme la nuca,
a dónde me llevará
y qué cara nueva reemplazará a ésta que comienza a oxidarse.


Juro que quiero quedarme
pero sé que me voy a ir.

Que volverán los huracanes
y traerán consigo las ruinas de las que pensé
haberme desprendido.

Saltará el disco,
sangrarán los arañazos que creía no tener
y empezará a oler a cerrado, a ropa vieja
a "es tiempo de abrir la ventana y saltar".


Y en la arena de mis ojos
dibujaré otro mapa sin destino
mientras descubro a dónde dirigir mis pasos.
Cogeré la brújula que nunca marcó el norte
pero los demás pensarán que sí
y no molestarán.


Lo siento si aquí se habla de tristezas 
pero solo en ella
me he sabido encontrar. 







24 de junio de 2019

Monocromático






«Nuestra esperanza es suficiente para verte
cada noche, aunque ya te fuiste.»

- Colectivo nostalgia, La M.O.D.A



Creo que te he destruido
y por eso ahora lo impregnas todo.
Por eso ahora no puedo evitar encontrarte
en cada uno de mis dedos,
en cada trozo de tela que me viste.


Hoy me he vuelto a despertar triste
y no se muy bien por qué.


Ayer te lloré por no recordar
y hoy me quema el vacío que dejas
por no saber con qué llenarlo
o por no querer hacerlo.


Me siento la fugitiva de un mundo
que corre detrás de mi,
que me tira del cabello
e intenta retenerme.

Siento que huyo
sin saber bien hacia dónde,
sin saber de qué
y con el miedo de descubrir
que nunca lo voy a conseguir,
que continúo perdiendo el tiempo
y que sigue tratándose de mi.


No puedo irme lejos de aquí
no puedo alejarme de tus huellas
pero tampoco me quedan fuerzas
para enfrentarlas otra vez

tratar de disolverlas

cuando se que el agua no funciona,
que el alcohol solo quema
y que la lejía intoxica,
destruye y destiñe todo.

Estos meses ya han sido
demasiado monocromáticos.


Soy agua que no fluye
viento que no mueve
y sol que calienta
pero no combate la oscuridad.


He acabado conmigo
por eso el llanto ahogado,
el vacío inmenso
y los jirones de piel decorando las paredes.


Por ellos todavía no me he perdido por completo.




4 de junio de 2019

A







«He mudado mi piel y mis recuerdos
y tengo tantas dudas
como ganas de pensarlas en voz alta a tu lado.»

- Mónica Gae





Puede que pesarle a alguien
sea lo peor que un ser humano
pueda hacerle a otro.

Las anclas dan seguridad,
estabilizan,
impiden que corrientes erráticas
te alejen de dónde quieres estar.

Pero yo nunca he querido ser lastre de nadie.


Quiero que vueles
y que vueles alto.
Que lo hagas por ti
y no por nadie.

El calibre de mis alas
no dejaba espacio a las tuyas.
No puedo culparte por eso.


Cuando no las tuve
las eché tanto de menos
que me propuse reconstruirlas
a base de tinta,
pluma a pluma.

Y como todo lo que hago
el resultado solo podía ser grande.
No puedo arrepentirme de ello.



Así que tranquilo,
te puedes ir,
a ellas las necesito.

A ti no.





He encontrado este texto entre los cajones y he chocado contra el alter ego que lo escribió. 
Hoy puedo decir que el dolor no es eterno, 
que el tiempo siempre cura 
y que tengo una factura para darte de los tres meses que me debes 
que nada tienen que ver con el tiempo que compartimos. 

Sin ti aprendí que merezco que me pasen cosas buenas 
y no he dejado de experimentarlo desde entonces. 
Gracias por abrir la puerta y salir.



4 de mayo de 2019

Hambre




«Qué guarrada el amor contigo;
pero qué puto asco sin ti.»

- Ana Barrero




No quiero apartar la mirada ni un segundo
porque vienes con garras de depredador,
yo con las uñas afiladas,
y estoy muriendo de ganas por despertar con tu cabeza en mi pecho.

Que me beses.


No puedo dejar de mirarte e imaginar
que encierro tu cara entre mis dedos
para devorarte
empezando por el cuello

y terminando por relamer tus labios.


Porque he olvidado tu sabor
pero no las ganas de hacer todo lo que esté
en mis manos
para recordarlo.


Quiero rasgarte la piel,
indagar en tus trincheras,
construir mi hogar y quedarme a vivir ahí
calentita.

Pagar mis deudas pendientes contigo
por todo el amor que me has dado,
por el que me has hecho
y por el que me estás haciendo crear.


Así que déjame follarte hasta no aguantar más
porque puedo darte muchas otras cosas
pero ahora solo quiero
que nuestros animales se entiendan. 

Déjame follarte hasta que tú no puedas más
y dormir otra vez,
y despertarnos y seguir viéndonos ahí,
sabiendo que no te vas a ningún lado,

que si lo haces vas a arrastrar las ganas de volver
y quemarte
y prendernos fuego mil veces más
sin consumirnos.

Porque tenemos para rato.


Déjame fundirte y convertirte en saliva y sudor,
dudar entre el límite de tu cuerpo
y el límite del mío,
escuchar nuestros latidos cabalgar como caballos,

cabalgarte
sin saber bien hacia donde,
sin importarme,

porque joder qué espectáculo y qué vistas
tus piernas enredadas con las mías
y mis jadeos ahogados en tu clavícula.


Quiero descender por tus costillas
utilizar mi lengua para deslizarme por trampolines
que no me lleven rápido a ningún rincón de tu cuerpo
porque me gustas lento

porque quiero recordar todos los detalles
porque quiero guardar, ahora sí, este sabor
y que no se vaya nunca de mis labios
ni esta escena de la cabeza
ni tus dientes de mi espalda.



Parecer serpientes reptando en busca de alimento
restregándonos piel con piel
arañándonos contra las piedras del otro
y seguir queriendo más

porque el hambre se intensifica contigo delante
o contigo a mis pies
o contigo detrás.



Llevo meses hambrienta
vagando por sabanas
repletas de animales
demasiado fáciles de matar

y ya sabes lo mucho que me pone una guerra visceral
como para rendirme
ante cualquier bestia
que me ofrezca un par de huesos que morder.






1 de abril de 2019

Duellum / Dolus




«If you're honest, 
tell the mirror what you know she's heard before.
I don't wanna be you anymore.»

- Idontwannabeyouanymore, Billie Eillish



A veces el tiempo pasa lento,
tanto que no sabes si avanza
o si hace meses se rompió el reloj
y todo permanece congelado.


Pero mira cómo ardes.


Me sigo sorprendiendo
con la de demonios que te quedan por quemar,
con la de demonios que aparecen sin cesar
un día tras otro.


Tú los creas,
y ellos solos se juntan.


No se admiten hojas de reclamaciones
en tus propios infiernos pero
¿Qué sentido tendría entonces la autodestrucción?
¿En qué otro tema podrías verte tan reflejada?


Te estás quemando,
tienes las mejillas sonrojadas,
los ojos irritados,
la boca seca.


Te estás quemado y te sigues aferrando a las brasas
como si fuese la única forma de respirar que te queda,
como si alejarte significase morir,
como si no merecieses hacerlo todavía
aunque sí todas las quemaduras que te cubren.


No se quien eres
por eso no deja de sorprenderme
tanta lucha.


Pero pareces un títere,
un muñeco roto.

Mírate colgando de hilos,
moviéndote al ritmo de una historia
que no empieza con tu nombre en la solapa.


No se qué defiendes,
no se cuál es tu bando
ni veo a tu ejército
cubriéndote las espaldas.


Sin embargo, ahí sigues
sosteniendo una antorcha con fuerza,
intentando dar miedo,
y abrasándote los ojos.


Tranquila, el público aplaude.
A todos les está gustando el espectáculo.


Pero es que la tragedia vende,
el morbo vende,
y confían en que la lluvia
mantendrá al incendio bajo control.


Porque desconocen que utilizas de paraguas la armadura
y de armadura los palos secos que te lanzan.

Ya no se si te esfuerzas por sobrevivir
o sólo quieres reavivar las llamas.


Así que ahí estás
siendo una hoguera de daños,
buscando quemarte sin dejar rastro
y llenando la ciudad de nubes negras.


Transformando el dolor en ceniza
y dejándote llevar por un viento
que nunca 
             prometió 
                         tiempos mejores.





19 de marzo de 2019

X






«Cuando sangres lo entenderás 
y digo
cuando sangres lo entenderás
porque ves sangrar 
y no lo entiendes.»

- Antonio Diez




Prisión eterna de un cuerpo magullado,
de un alma desequilibrada
de un espíritu ambicioso
que acabará muerto por arriesgarse,
al que matarán por no callar.


Ellos, los salvadores.


Prisionera de un cuerpo maltratado,
vejado, humillado,
poseído por las fuerzas del estado
y de la historia
y de la inconsciencia social.

Poseído y manoseado,
ultrajado
porque pueden.
Tercera persona del plural.
Ellos.



Vivo en una cárcel
que no elegí.
Encerrada mientras me hacen creer
que soy libre
porque puedo correr y gritar
y defenderme
pero no lo hago porque me gusta.


Me gusta que me persigan
y que me griten por la calle.
Me gusta gustar,
me gusta la mirada lasciva
de mi casero en mi culo.

Me pone.
Quizá lo busco. 



Miradas por encima del hombro
me señalan la puerta abierta
y escupen en el suelo para que brille más
como si el reflejo del sol indicase el fin de la guerra.

Pero cómo van a terminar una guerra
aquellos que se niegan a mirar,
si no ven los cuerpos sin vida,
si no sienten el corazón palpitar,
si justifican el daño con provocaciones.



Me acompañan con la mano en la espalda
quizá algo más abajo
para que aprenda que no hay barrotes de hielo,
que no hay frío ni oscuridad
que es todo creación de una mente histérica
contagiada por un movimiento injusto
contra ellos, los protectores.


Pero el sol les calienta y a mi no
porque el mundo es frío y oscuro
y mi piel son los muros de una prisión que no elegí
pero que muchos siguen sin querer ver.

Y pintan murales en mis paredes,
y dejan sus huellas en mis paredes
cuando es mi prisión, y son mis muros
que no elegí pero de los que no puedo escapar.


Y los admiran y comentan entre ellos.
Señalan sus firmas con orgullo.
Algunos sugieren planes de futuro
otros de mejora
porque nunca mi piel es suficiente
porque ellos, los creadores,
pueden hacerme volar en su lomo
mientras presumen de mis alas
en botes de formol.


Suelo bajar la cabeza
porque todavía escucho a los pájaros cantar
y se que estoy en libertad
aunque a veces no me llegue el aire.


Algunas noches mis paredes gotean
formando charcos de agua y no de sangre
y entonces callo
porque sigo siendo una más

"libre"


y qué suerte la mía.



13 de febrero de 2019

Rompecabezas




«Puede que tengas razón
y, en otro contexto,
momento y estado de ánimo,
nos entendamos mejor.

Quizá sí.
Seguramente no.»

- Patricia Benito




Ojala me quieras cuando vuelvas.

Soltar se me da bien,
lo que no he aprendido aun
es a no arrastrarme.

Porque todavía me parecen bonitos
algunos arañazos
y esta frase es tan triste
que me duele sentirla tan cierta.


Spielrein hablaba de instinto de muerte
pero es que ya no se
si hay algún otro que me mueva.

Porque he acabado conmigo,
te he destruido a ti
y estoy a un paso de quemarlo todo
para ver si así, 
rodeada de muerte,
me siento un poco más viva. 


Me he convertido en un adulto
con un saco lleno de juguetes entre las manos;
sin saber qué hacer,
cómo utilizarlos
o cómo conseguir que me lleven
al único lugar donde me gustaría estar:
contigo.

Tengo la felicidad diseccionada entre los dedos
y ninguna instrucción de cómo reconstruirla,
de cómo hacer que las piezas encajen
sin que ninguna sobre,
porque temo que sea la tuya.

Y nunca ha entrado en mis planes
hacer de este rompecabezas
un mapa de vacíos y
fracasos anunciados.

Ya tengo suficiente con la historia de mi vida. 


¿Me estás leyendo?
No tengo ni idea de qué hacer
con este contenedor de escombros,
con este piso en obras sin previo aviso.

Si hasta se me ha pasado por la cabeza
la idea de olvidarte,
de olvidarlo todo,
cuando nunca ha sido una opción

Te prometo
que lo estoy intentando hacer lo mejor posible
suponiendo que quede algo correcto por hacer
a estas alturas.


Pero pones todo patas arriba y te largas.
Vienes, me tiras las estanterías y los cuadros
mientras se escucha una banda sonora impecable
y al terminar la música, te busco y ya no estás.

Y la casa vuelve a estar llena de polvo
pero tan desierta a la vez
que no se si las paredes me gritan
o si el silencio me está enterrando.


Llama.
Y no hablo de las que propagamos.
Llama y hazme saber de ti
porque he perdido la brújula y no se cómo buscarte
pero no quiero dejar de encontrarte por los rincones.



No concibo esta habitación
sin tu respiración de fondo.







18 de enero de 2019

Descosidos






«En esas estamos
cansados de tanto aferrarnos a la moneda que sigue dando vueltas en el aire
pensando que quizá algún día
las cosas cambien pero sin darnos cuenta de que nosotros
ya no vamos a cambiar por ello. 
Seguimos con los mismos argumentos
pero esta historia no es nuestra
y entendemos
ahora
que nunca lo ha sido.»

- Escandar Algeet



El otro día encontré una conversación de hace años
que me hizo pensar
lo ingenuos que éramos
lo poco que sabíamos
y cuánto tenían que cambiar todavía las cosas.

Sonreí imaginando que esta historia
llevaba muchos años tejiéndose.
Que todas las cosas, malas y buenas,
había sido un camino mas para llegar a ti
de tantos otros que podríamos haber elegido.

Pero que era precisamente eso,
el no elegir nada,
lo que había llevado a encontrarnos.


Recuerdo el concierto y el primer mensaje,
la incomprensión y los prejuicios,
recuerdo la película y la ciudad,
la banda sonora de principios de verano.


Recuerdo aquel primer día,
el frío y la primera broma,
la inseguridad y mi silencio,
tu verborrea y mi incredulidad.



Esto nunca te lo conté,
pero paré un minuto antes de salir por mi puerta.
Busqué calma y mi respiración
en los bolsillos del pantalón
y fui hacia ti sin encontrarlos.

Porque estaba muerta de miedo.


Y cuando me atreví a mirarte conducir
con el sol de julio detrás
por un minuto me dio completamente igual a donde ir
o qué responder a tus frases sin sentido.

Seguía muerta de miedo
pero con las ganas arañándome la piel
y aun así al final de la noche
dudé en volver a repetirlo todo.


Pero nunca me hago caso
y creo en la gente más de lo que creo en mi.
Así que ocurrió una vez
Y otra vez.

Y otra.


No se en qué momento acepté
que fueses mi próximo accidente
pero empezó a sumarme más el camino que los riesgos
y todo lo demás pasó a un segundo plano.


Hasta que un día el coche frenó en seco.


Y esto tampoco lo sabes,
pero tu playlist fue mi sala de urgencias tras el desastre,
y otras habitaciones se convirtieron en cuidados intensivos.

Hubo días en los que no podía salir de la cama
y me obligaron,
en los que no quería hablar
y me tiraron de la lengua.

Y dolía.

Porque solo quería hablar de ti
como quien cuenta el atardecer de ayer
que ya ocurrió,
que no va a volver,
y solo quedan fotos.

Aunque a nosotros ni eso.


Y grité que todo era por la belleza,
pero también había algo de suicidio
que no necesité admitir
porque ya lo sabían.



No se cuando salí de esa espiral de autodestrucción,
solo se que lo hice envuelta en vendas
que poco a poco aun sigo quitando.

Que no me reconozco en el espejo
pero que si el viento me da de cara
las que cuelgan parecen plumas.

El problema es que se me hace imposible no pensar
que me encantaría que las vieras
y las tocases
y me dijeras que estoy mas guapa que nunca,
que deje de mirarte porque te pones nervioso.


Ahora me curo yo sola en casa.
Voy encajando los trozos sueltos
aunque a veces coloco alguno que no va
y me toca arrancarlo a la fuerza.

Pero gimoteo
y sigo.

Me quito el sudor
y sigo.

Cojo aire
y sigo.


Y todos estos papeles
que llevo meses acumulando en los cajones
me sirven de abrigo
en las noches que hiela.

Y me tapan,
y me acarician
porque tu no,
porque querías y ya no
y meses después aparecieron preguntas
que para siempre quedarán sin respuesta



Aunque quizá algún día como hoy
encuentre todo esto y vuelva a pensar
en lo ingenuos que éramos
lo poco que sabíamos
y cuánto tenían que cambiar todavía las cosas.