25 de junio de 2019

Montañas de sal







«Aíslate con tus fantasmas
hasta darles de comer en tu propia mesa,
con tus propias manos,
con tus putas palabras, 
acostúmbrate a su presencia de cánticos pasados
y futuros deshechos,
carga con ellos adonde vayas, protégeles
de quien quiera olvidarlos
y te ofrezca el látigo con el que domesticarles»

- Escandar Algeet.




Me mira de reojo y se descojona.
Y yo me descojono detrás.
Le da igual todo
porque es libre y se expande
como el oxigeno en mis pulmones,
y en cuanto aparece
no quiero dejar de inhalar.

Adoro dormir a su lado.
A veces es tan fuerte
y ocupa tanto espacio
que me oprime los órganos,
me quita el hambre,
me entrecorta la respiración
dejo de pensar con claridad
y me aprieta el miocardio.

Entonces la sangre bombea lento
comienzo a sentir frío
y me entran unas ganas inmensas de llorar
por el equilibrio,
por la paz.


La otra me cuesta de digerir
hacerlo sin clavarme puñales por el camino,
sin que resuene un "te lo mereces" de fondo,
o sin arrastrar mi sombra por entre las piedras.

Me intoxica en cuanto aparece
y caigo a sus pies como una esclava
que ha nacido únicamente para ella,
y lo sabe porque suele morderse el labio.

Me provoca y quiero tocarle,
invitarle a beber de mi fuente,
esa permanentemente recubierta de nenúfares
para que nadie la descubra.


Renunciaría a la risa por su intensidad,
porque me eriza la piel cuando menos lo espero
porque ha sido mi ancla
cuando el caos me robó la voz.


Me cuesta de digerir
pero me gusta su sabor.

Me gusta quien soy a su lado
y que no se corte
cuando comienzo a desnudarme.

Que me mire directa
y me coja de la mano
llevándome a su terreno.

Que una vez allí me invite a experimentar,
a crear rodeada de montañas de sal
y que siempre salga algo bonito.




La felicidad la vivo
porque siempre se me rebela
porque nunca la he podido someter,
ponerle correa y atarla a mis costillas.

Cuando llega me nubla la vista
arranca mis cuerdas vocales
y potencia el resto de sentidos.


Y siento su caricia en la piel,
su calor en mi pecho,
Saturn de Sleeping at Last sonando de fondo,
saboreo a quien alguna vez me hizo el amor
y huele a otoño por todos los rincones de la casa.

Me invita a quedarme,
pone piedras en mis zapatos
y me colma de todo lo que alguna vez deseé.



Pero en silencio sigo esperando a la otra
y entre sus brazos no puedo dejar de preguntarme
qué cosas nuevas crearemos cuando vuelva a besarme la nuca,
a dónde me llevará
y qué cara nueva reemplazará a ésta que comienza a oxidarse.


Juro que quiero quedarme
pero sé que me voy a ir.

Que volverán los huracanes
y traerán consigo las ruinas de las que pensé
haberme desprendido.

Saltará el disco,
sangrarán los arañazos que creía no tener
y empezará a oler a cerrado, a ropa vieja
a "es tiempo de abrir la ventana y saltar".


Y en la arena de mis ojos
dibujaré otro mapa sin destino
mientras descubro a dónde dirigir mis pasos.
Cogeré la brújula que nunca marcó el norte
pero los demás pensarán que sí
y no molestarán.


Lo siento si aquí se habla de tristezas 
pero solo en ella
me he sabido encontrar. 







No hay comentarios:

Publicar un comentario