20 de julio de 2021

Presa

Del lat. prensa, part. de prendĕre 'coger, agarrar'.

1. f. Acción de prender o tomar algo.
2. f. Cosa apresada o robada.
3. f. Animal que es o puede ser cazado o pescado.
4. f. Acequia o zanja de regar.

5. f. Muro grueso de piedra u otro material que se construye a través de un río, arroyo o canal, para almacenar el agua a fin de derivarla o regular su curso fuera del cauce









«Me preguntaste si tenía miedo.
Mi voz se arrojó desde el borde de la garganta
aterrizó en el fondo de mi estómago y se escondió durante meses.
Todas las distintas partes de mí
apagaron las luces
bajaron las persianas
cerraron las puertas
mientras me escondía detrás de algún
armario del piso de arriba de mi mente
cuando alguien rompió las ventanas —tú
(...)
cuando irrumpiste en mi casa
nunca volví a sentirla mía».

- Rupi Kaur




Silencio. 
Silencio, soledad y marionetas. 
Pasillo interminable.

Dos camas, tres sillas, un armario, oscuridad.
Una mesa camilla, el fútbol de fondo. 

Mi bolso, sus manos, preguntas.
Pregunta y no le entiendo 
y busco encajar las flechas sueltas en un esquema 
que me ayude a comprender su mirada,
su aliento en mi cuello; 

que me quite el frío de la sangre. 


Busco mis expectativas intactas 
pero todo lo que encuentro es un puzle de mil piezas, 
una niña intentando reconstruir el orden 
sin saber por dónde empezar, 
por qué le ha tocado a ella.


Un vaso de agua, dos sillones, un televisor apagado.
Veo su reflejo y el mío, su mano en mi pierna. 
Sigue soltando palabras pero no le entiendo, 
¿en qué lugar de esa casa desaprendí la lengua 
y me convertí en objeto? 


Un jarrón con flores muertas, 
campo de trigo con cuervos. 


La luz filtrándose, temerosa, entre las ranuras de la persiana, 
como debería haber entrado yo, 
como no debería haber entrado.
 
Nunca salí de allí. 
Lo hizo una carcasa vacía.


Culpa. Silencio. 
Le di permiso con mi silencio. 
Me dejé tocar. Me dejé besar. Me dejé acariciar. 

Inspira, expira. Hielo. 
Icebergs en los pulmones. 
Sus dedos en mi espalda. 
Sus dedos en mi pierna. 
Respira. No te olvides de respirar.


Dos sillas de madera y mimbre, una ventana, un ordenador.
El futbol sigue de fondo, intento mirar el marcador,
se pone delante y me mira. 
Bromea sobre cuerpos sin vida.

No me intimidas. No me intimidas. No me intimidas. 

Me gusta ¿no? 
Me gustaba. 
No lo sé. Tengo miedo. 

Le estoy provocando. 
Le estoy gritando que quiero al no gritar que no. 

Bebo agua. 
El perro y yo nos miramos; 
ninguno sabemos hablar. 



Camisa de flores, vaquero negro, pintalabios. 
Me muevo pero no se quién soy; 
hace dos hora lo sabía. 

Tonos ocre. Desierto.
Me pide que me vaya. 
Un beso fácil. 
El aire pesa.

Punto y final. 


Culpa. Suciedad. 
Respira, no te olvides de respirar. 

Perdón, 
no sé qué pasó, no era yo, 
quiero hablar.

Pero huyo como no fui capaz.

Huyo mientras no aguanto que me toquen sin avisar. 
Ni el brazo, 
ni la mano. 

No te acerques. 
No me toques. 
Necesito espacio,
libertad.

Guardo todo en un cajón, esculpo piedra. 
Rompo calendarios pero mi piel aún lo recuerda. 

En la mirada fija de un extraño,
en otras voces, en otros cuerpos, en otras manos. 
En la sonrisa del chico que me gusta, 
en las caricias del que me hace reír antes de dormir a mi lado. 

Otras manos en mi cuerpo,
otras huellas pero el mismo tacto. 
Respira, no te olvides de respirar. 

Quieres esto, confía. 
Ya no hay peligro.


¿verdad?