29 de agosto de 2018

Excoriación emocional





« Que mis ganas no sirven para los dos, 
que hacen falta las tuyas.
Y esas no llegan. »

- Patricia Benito



Desde ayer tengo un nudo 
tejiéndose en la boca del estómago
ahora que sé que no voy a poder morder la tuya,
ahora que solo me apetece mantener la mía cerrada
por si se me escapa algo.


Noto la laringe desgarrada
de todo lo que no estoy gritando,
y siento un fuego entre mis costillas
que no sé cómo apagar.

O cómo convencerme para hacerlo.



Porque no quiero.
Porque me dan miedo las cenizas.
Porque nos merecíamos mucho más
que estos restos de circunstancias de mierda
enredados en mis piernas
que ahora me impiden avanzar.


Restos de un fuego
que no se quien apagó
pero le sigo dando vueltas
intentando encontrar un culpable a quien escupir 
y no verme reflejada detrás.


Siento la angustia de mis vísceras
luchando por escapar de aquí dentro,
agotadas de vivir siempre rodeadas de tanta sangre
y las entiendo porque somos iguales,
porque nacimos precisamente para ello.

Para rodearnos de sangre,
de huesos rotos,
de pájaros caídos
y de epidemias de las que nunca saldremos con vida.

A mi también me gustaría escapar.




Hemos acabado siendo
un castillo de arena
que el viento ha decidido tirar por tierra
sin más decoro como diciendo:
“Ahora no, ahora no puedes construirte aquí,
y en otro momento igual tampoco".


Pero la esperanza es una puta
que siempre acecha
con la que ya no quiero dormir
por no descubrirme jadeante y rogando
“por favor, solo una noche más”.

Así que no es una opción aferrarme a ella
para que el insomnio se largue
porque ya no me asusta,
y menos si me asalta con tu voz.




Las velas de cumpleaños
siempre me sonaron a “estás perdiendo el tiempo”
en lugar de a “todo lo que desees puede cumplirse”
y aun así grité que no quería,
como si sirviera de algo,
como si alguna vez hubiera servido.


No sé si que el mundo se porte bien conmigo ahora
significa que desaparezcas
o que no te vayas.

Pero ojalá no te vayas.



Nos quedan muchas ciudades que no visitar,
muchas estrellas que no ver,
muchos trenes que perder
por estar relamiéndonos despacio.


Que no te vayas,

que te quedes un rato más aquí,
que tengo mucho más que darte,
que puedo sorprenderte más,
que soy más, mucho más.


No te vayas.

No me dejes aquí,
Podemos quemarlo todo si nos falta calor.
Todavía no nos hemos fundido lo suficiente.
Que no he tenido suficiente.


No te vayas
porque todavía no me has visto gritar
porque no sabes como soy en invierno,
porque no me has visto odiarme hasta querer desaparecer,
ni quererme hasta que tu quieras hacerlo conmigo. 




"No te vayas",
otra vez, 
como si sirviera de algo.