22 de diciembre de 2019

Colisiones






«Quiero decirte que ya nada me sacia
y ni siquiera sé qué querrías beber
si te invitase a tomar el mundo y aceptaras
que se me caen las alas al suelo cuando freno y pienso
y me hago por un segundo consciente de todo lo que no sé
de qué querrías compartir conmigo
de cuánto querrías
para cuándo
durante cuánto»

- Pablo Benavente



Hoy por primera vez no te he visto
aunque hace siete meses que te fuiste
y han aparecido miedos
en mi mesita de noche
con los que nunca me quise acurrucar. 

Me los he llevado a la cama,
me han abrazado al dormir
y me han dado el calor 
que hacía mucho tiempo no sentía.  


No sé cuándo acaba el amor
o a qué lugar se va cuando desaparece.
No sé dónde se refugia
o de quién huye.

Pero a veces parece que se esfuma sin más,
y ya no está al girar la esquina
en el sitio de siempre.


Eso es lo que me han estado susurrando 
durante toda la madrugada.
Que puede que nunca nos volvamos a ver
que la vida tenga caminos paralelos para nosotros 
y ya no nos quede nada por hacer,
nada a lo que jugar. 


He estado cegada por las flores,
por los días bonitos,
por la ganas de ver el tiempo pasar
pero no para nosotros.

He estado ocupada tirando de mi
para no estancarme,
para encontrarme en este laberinto
y aprender a decir adiós a la otra,
a la que conociste
y a la que ya no soy.


Y ahora que lo he conseguido
-a medias porque no acabo nunca 
de acostumbrarme a las despedidas- 
ahora
la angustia aparece y sube a mi cama
y vuelve a arañarme la garganta
como si le perteneciera.



Nunca concebí nuestra historia
como algo tan breve 
y con un final tan estúpido. 

Nunca vi nuestros caminos 
como dos rectas secantes 
que desde aquel choque,
desde aquella magia
y desde la colisión de tus planetas con los míos
pudieran crear fuerzas inversas 
y alejarse 
cada vez un poquito mas.

Porque ese día creí en el destino.
Ese día todos los sinsentidos
se convirtieron en una historia
que terminaba contigo enfrente.


Sabía que llegaba siempre tarde
a lugares y a personas,
tú solo eras un ejemplo más.
Pero tenía la sensación irracional
de que había un momento idóneo
esperando por nosotros.

Hasta esta noche. 


Ahora la razón me susurra
que esta historia ya ha acabado
que nadie quiere segundas partes por si las decepciones
que esto queda como anécdota de nada

y que nosotros

los de ayer


ya estamos muertos.



19 de diciembre de 2019

Tregua






«No me siento perdida. 
Es solo que no sé dónde termina el mar que llevo 
dentro 
y a veces me ahogo.»

- Elvira Sastre



A veces me niego a dar color
al montón de papeles rotos
en los que me he convertido.
A veces el mundo llueve
con una empatía desoladora
que me empapa hasta los huesos.

Nunca sabré caer de esa forma
y hacer que la gente me admire por ello.

Porque tiendo a hacerlo a oscuras,
siempre en silencio
porque te proclaman libre de tropezar
pero esclavo de no hacer ruido 
por si molestas. 


Algún día cada tres inviernos

un ser humano se gira, me mira
y frunce el ceño.
Hace una mueca graciosa, sonríe
y se va.

Y solo se me nubla mas la mirada
por ser incapaz de valorar como se merece

esa señal de “me importas, 
pero nunca me han enseñado qué hacer
cuando la gente está tan triste”.

Y siempre me pongo un poquito más.



A veces seguimos aquí

solo porque alguien espera que lo hagamos.


Antes creía que ellos tenían la suerte
de conocerme ahora
que me quiero más que nunca,
pero hoy me he dado cuenta 
de que la suerte la tengo yo
por ya no dejarme caer
aunque hacerlo me suene a tregua.