31 de mayo de 2014

La habitación del olvido. (1er PREMIO- CERTAMEN LITERARIO IES ANTONIO NAVARRO SANTAFÉ-)

De repente apareció en una habitación de paredes rojizas, descalzo, con su pantalón de pijama medio caído y con una carta en la mano.

Parpadeó varias veces en un intento de adivinar lo que estaba ocurriendo y temió moverse por la inseguridad y fragilidad que le transmitía el silencio. Siempre había sido un chico precavido e inteligente hasta el punto de poder adivinar lo que se escondía detrás de la mirada perdida de cualquier persona aunque, a veces, también fallaba.

Intentó recordar lo que hacía antes de llegar a esa habitación pero no tuvo que esforzarse mucho para saberlo. Ya llevaba trescientos catorce días con aquella chica de ojos grandes y sonrisa permanente y parecía que, por primera vez, sentía de verdad su ausencia.  ¿Qué se supone que estaba pasando? La había dejado durmiendo con la mano apoyada justo encima de su corazón y su cabello haciéndole cosquillas en su estómago pero ya no estaba.

Tan solo pensar en ella hizo que su pulso se acelerase y sintiera la necesidad de salir a buscarla. Miró desesperadamente por toda la habitación buscando una puerta, una ventana o la más mínima grieta en la pared para tirarla abajo. Le prometió un amanecer lleno de caricias por la espalda creyendo poder cumplirlo y ahora el miedo le ahogaba con solo imaginar no poder regalárselo.

Cayó de rodillas al suelo con brusquedad. Quiso llevarse las manos a la cara para pensar qué hacer o al menos gritar tratando de desahogarse y no fue hasta entonces que no descubrió la carta en su mano. Miró el sobre por ambos lados algo más calmado y no vaciló en abrirlo pensando que por dentro probablemente diría más que por fuera. Desplegó la carta doblada en tres partes y vio por primera vez aquella letra redonda y clara que parecía acariciar con tinta negra aquel folio tan blanco. Se sentó en el suelo con las rodillas flexionadas y se dispuso a leerla:




Querido nadie,

Hace tiempo que dejó de temblarme el pulso al escribirte. No por nada en especial, la práctica, supongo. Estoy igual de cansada que la última vez y este bolígrafo con el que escribo parece ser quien haya dibujado mis ojeras.

 

imageEsta vez, prometo que esto te llegará. Y no, no es que de repente me haya vuelto valiente sino que ya no queda espacio en ese rincón del olvido donde siempre he tratado de guardar todo lo referente a ti. Al fin y al cabo sigo siendo la cobarde que conociste y es que, si te confundes y vuelves, quiero que todavía me reconozcas.

 

Me gustaría acabar lo que dejamos a medias, o más bien dejaste. Deberías haber sabido que tres puntos son multitud y que solo uno habría sido suficiente para ahorrarme tantas pesadillas. Ahora yo no soy quién para poner punto y final a algo que nunca quise que acabara. Y supongo que sigo esperando una explicación de tu huída sin ni siquiera escribir un adiós en un papel.

 

Puede que no fuéramos capaces de aguantarnos tantos silencios ni los secretos que éstos conllevan. Puede que no supiera leer tus ojos pero no es mi culpa que tú los escondieras entre tanta confusión. Aun así sigo pensando que si ellos escribieran, ninguno de esos misterios que ocultan se compararían a los de Agatha Christie. Y es que nunca has sido tan sencillo como comprarte y leerte.

 

Siempre me costó no perderme entre tus páginas, pero eh, eso también tenía su encanto. Ni siquiera un mapa habría sido capaz de impedir que me dejase guiar por tus palabras y tratase de descifrar todas tus letras poquito a poco. Era increíble sentir con cada una de ellas algo distinto, igual que cuando susurrabas mientras el resto de la ciudad dormía y solo nosotros permanecíamos en vela. Si alguna vez dormimos juntos me arrepiento.

 

Deberías vivir en mi cabeza para callar los recuerdos con tus manos. Todavía duelen después de 314 días. Y si decides volver prometo pedirte perdón por la definición tan mala que te di de eso que tu ya sabes. Después me di cuenta de que eras tú quien me estaba enseñando lo que era en realidad y comenzó a significar algo totalmente diferente. Siempre tuviste ese poder de cambiar las cosas y hacerlas mejor.

 

Me duele que te fueras dejando todo a medio construir. Ahora no me extraña que solo queden ruinas.


 

 

 

Dobló la carta lentamente, pensativo y más confuso que antes. Una firma con un nombre no le habría venido nada mal. Volvió a meter el papel en el sobre y lo dejó caer al suelo para poder llevarse las manos a la cabeza. Si no hubiese sido por el número del penúltimo párrafo probablemente habría pensado que la carta estaba en las manos equivocadas.

Intentó pensar, reconocer aquella letra o a aquella chica medio en ruinas que parecía escribirle. Intentó buscarle el sentido a todo lo que le estaba ocurriendo, a aquella habitación vacía, sin saber que es imposible encontrar algo inexistente.
                                                                                                                         
El sonido de algo chocando contra el suelo le hizo quitar las manos se sus ojos y mirar la habitación desconcertado. Otro sobre blanco, que parecía haber caído del cielo, se encontraba a sus pies. Lo abrió sin reparos para encontrarse con la misma letra, la misma forma, el mismo color…


Dime que con solo un chasqueo de dedos te tendré aquí. Dime que con solo una palabra vendrás y me rodearás con tus brazos calmando así todos los monstruos de mi cabeza. Eso era lo que hacías ¿recuerdas? Claro que antes solo yo era quien ocupaba tus brazos.

 

Fue un viernes por la tarde cuando supe que probablemente nunca volvería a conocer a alguien como tu. Después de dos meses sin sentir nada, el dolor llegó de golpe y entonces comprendí lo equivocada que estaba acerca del amor. Que no era un final feliz como creía sino un corazón roto. Amor es ese dolor extraño que parece que te quema la garganta después de tanto tiempo llorando recuerdos. Eso me enseñaste. Ese amor. El más puro y el más sincero, porque amas sin tener nada a cambio, amas sin ni siquiera ser feliz al hacerlo. ¿Sabes? Me alegra que no estuvieses ahí para verme de esa manera.

 

La rutina ha ido apagando el dolor junto con todos los demás sentimientos. Ahora solo espero ahogar tu recuerdo con letras.

 

Buenas noches, “payaso” (como en los viejos tiempos ¿recuerdas?).



Echó un vistazo general a la carta por última vez y la guardó en el sobre. La dejó caer al suelo junto con la otra y se sorprendió al ver una buena cantidad de ellas cubriendo casi toda la superficie. Vale, ahora si que quería salir de allí.

Alzó su mirada hacia el techo de la habitación viendo como más sobres blancos precipitaban casi de manera sincronizada. ¿Tan literal era la carta? ¿Aquella chica, para él desconocida, iba a ahogarle a base de letras? Casi sin darse cuenta sus pies ya estaban cubiertos por aquella marea blanca. Solo se le ocurría una idea para salir de allí y dudaba que funcionase con éxito: recordarla.

Parpadeó varias veces y mordió su labio inferior otras tantas, respiró hondo y se dejó llevar hasta el mundo de los recuerdos. Ese mundo que había bloqueado hace tiempo, ese que solo le llevaba directo al sufrimiento. Buscó, apartó aquellas noches en vela, aquellas navidades tan tristes, aquellas fotografías que guardaban imágenes de personas que nunca volverían. Buscó, buscó en su rincón más oscuro y en el más luminoso, en el más feliz y en el más amargo pero no había ni rastro de aquella chica. Quizás no pisó con suficiente fuerza como para dejar huella en su vida, quizás él había decidido olvidarla igual que ella ahora intentaba hacer con él.

Lentamente comenzó a notar como le faltaba el aire. Sus pulmones comenzaron a inflarse y desinflarse con angustiosa rapidez. Entonces se dio cuenta de que ya era demasiado tarde como para abrir los ojos y simplemente tratar de sobrevivir. Ella había acabado con él, con su recuerdo. Le había ahogado con letras escritas a base de suspiros y lágrimas. Ahí acababan las noches en vela. Ya no existía la razón que le impedía dormir tranquila. La historia que compartían había llegado a su fin y la habitación del olvido era ahora quien custodiaba sus páginas.


17 de mayo de 2014

Tus pequeños tesoros.


¿Y si escribo un segundo libro sobre nuestra historia destinada al fracaso? Porque tengo miedo de no encontrar a nadie más que me provoque eso que me haga querer escribirle. No se. Igual es que hacer arte sin ti no da los mismos resultados. Entonces, ¿para qué seguir con todo esto?

Te empiezo a olvidar, funciona y me encanta porque vuelvo a ser dueña de mí misma, pero has sido el tema principal de mi vida durante mas de ocho meses y créeme que me va a costar otros tantos cambiarlo. Y mientras ¿qué? ¿como hago esto que tanto me gusta sin tocarte, sin describirte? ¿como consigo hacer historias sin protagonista o arte sin ti? Y es que lo pienso y creo que has sido el punto de inflexión en alguna etapa de mi vida que todavía desconozco porque te has marcado como a fuego en mis páginas y eso no puede ser para otra cosa más que para recordarte. Porque cada vez que llega la inspiración vienes con ella y no puedo evitar no aprovecharme de ti para hacer algo tan bonito. Y es que me sigues encantado por mucho olvido que llueva. Me encantas y entonces pienso si acaso habría sido posible no enamorarme de ti. Si alguien ha sido capaz de pasar por alto alguna vez tus pequeños detalles y no caer en el nudo de sentimientos que conllevas. Porque por mucho tiempo que pase, por mucha lluvia de olvido que caiga, eso, tus pequeños detalles, tus pequeños tesoros son imposibles de borrar.


...Aunque si pudiera, tampoco lo haría...




6 de mayo de 2014

The end.



Acabé odiando los relojes y ese sonido que el tiempo hace cuando pasa. Odié esperarte y esperarme a volver de ese lugar en el que pensaba que me salvarías. Tu. Como pensado que no era suficiente con que te salvases a ti mismo cada día. Como si fuese un deber salvar a alguien que se está hundiendo por iniciativa propia. ¡Que poca seguridad y cuanto egoísmo por mi parte! Ahora puedes estar tranquilo. Te maté aquella noche de abril con la muerte a base de arte que te merecías. Así que ya no hay más historia que contar ni más dolor que sentir. El invierno se encargó de apagar aquel fuego que tanto quemaba y ahora solo quedan cenizas que tampoco era mi intención eliminar. Solo no vuelvas. No me hables y ni se te ocurra acercarte. Ya no. He escrito el final que tu no escribiste y espero no tener que arrugar la página y empezar acabar de nuevo. Por fin he logrado dejarte atrás,  no me hagas arrepentirme.



Quizás en otro momento y en otro lugar.
Fue un placer, payaso.