24 de julio de 2017

Fieras

« No soy un hombre,
soy un campo de batalla »

- F. Nietzsche



Nos quisimos tan callados 
que cuando el tiempo nos enfrentó,
de tanto discutir,
se apagaron nuestras voces.


Nunca supe muy bien 

quién gritó más de los dos
pero nuestros gemidos
destrozaron cielos e infiernos
a partes iguales. 

Quizá por eso acabamos así.


Dejar a dioses y a diablos sin hogar

tenía que acarrear sus consecuencias.
Y nos dio completamente lo mismo.



Saboreamos la paz durante un par de meses 

armándonos con valor; 
y mientras el otro dormía
cavamos nuestras propias trincheras
o tumbas,
- cada cual lo que pudo -.

Siempre supimos lo que se nos venía encima. 


Fuimos una historia bélica

que, sabíamos, acabaría con nosotros,
y pese a todo, no pudimos dejar de mirarnos. 


Aferrada a tus pestañas como a una línea de vida

me apuñalaste en un centenar de ocasiones.
Otras tantas aproveché que te me echabas encima
para clavarte garras y colmillos completamente fuera de mí,
buscando que mi veneno le ganase el pulso a tu sangre.

Ahora puedo confesar 

que en ningún momento lo hice
en defensa propia;

quise matarte de mil formas distintas. 




Ya en aquella primera noche, 

mientras tú me mirabas,
firmé con la oscuridad
un contrato de por vida.

Y aquel primer día,

cuando me vestí de ángel sólo para ti,
sabía que era sangre ajena 
lo que me diste a probar de tus labios. 


Cariño, 

nos quisimos tan callados
que cuando el tiempo nos enfrentó
no supimos manejar tantos miedos
y acabaron devorándonos




sin apenas habernos relamido las entrañas nosotros primero. 


Imagen relacionada