1 de julio de 2016

(encontr)Arte




Quiero subirme a tu espalda
y engancharme en tu cuello
y fundirme,
convertirme en lunar,
cicatriz o tatuaje
y trazarme en tu lienzo en blanco.

Pienso empezar por la nuca
porque dentro de mis hobbies favoritos
está el de comerte la cabeza
y observarte mientras finges que me sale bien.

Pero nunca puedo devorarte del todo
no porque me empaches,
no porque te me hagas bola,
no porque algo se me atragante,
sino porque a cada bocado eres orgasmo,
y ni siquiera me dejas completar la fase refractaria
cuando ya me haces querer rasgar el cielo otra vez.

Azul, gris o
de entre mis preferencias,
el de tu boca.



Eres un jodido incoherente
porque me dejas hablar
hasta que te quedas dormido
y entonces escribes sueños
donde yo nunca estoy.
Y te seré sincera,
no quiero que tu inconsciente y yo
iniciemos una relación estable ahora;
me gustan por separado,
me gustan por lo diferentes que son.


Pequeña cabecita de pintor loco,
de músico con trastorno múltiple de personalidad,
de guionista ciego con sinestesia,
no construyas tantos muros alrededor
que quiero ver cómo eres de cerca
y ya no me quedan caballos vivos
ni lanzas lo suficiente afiladas
como para iniciar batallas de conquista.

Pequeña cabecita de pintor loco
deja que ataquen todas tus fronteras.
Deja que te descubran y sientan
que nunca van a tener suficiente.
Deja que te asedien y sientan
que expandir reinos sobre tus omóplatos
es el “caminar sobre el agua” del siglo XXI.


Asumo los riesgos
si lo peor que puede pasar
es quedarme atrapada en tus vértebras
toda la vida.