«Se irán, volverán para mirarte
como envidiando detrás de un muro
un jardín salvaje que les hiere. [...]
Para los ojos que tocan, cuerpo de humo.»
- Rubén Tejerina
Las máscaras que antes me intrigaban
ahora me asustan por las esquinas.
Si te apetece ver teatro
basta con salir a la calle.
Somos expertos actores y actrices
buscando que alguien nos aplauda,
acabar con las manos llenas.
Misma escena, distinto lugar
Podría culparte por ello
pero fui yo quien firmó el decreto,
la orden de despido
y el tratado de paz
con el hijo armado al que nunca caí en gracia.
Supongo que estas son las consecuencias.
Ya no quiero dar nada
y me suena a abrazos propios
después del fustigamiento.
A cubrir necesidades
que tantos meses han demostrado ser carencias
y búsqueda desesperada por caminos
que nunca quise transitar.
Que nunca habría recorrido antes de ti.
No quiero dar nada
porque no ven el resto
y quiero que lo hagan.
Porque soy más que tangible
y estoy a un paso de renunciar,
a medio de creerles,
a un cuarto de tropezar con la rueda del sistema,
dejarme reducir,
y convertirme en un simple escaparate.
Hay días en que no te echo de menos
y me entran ganas de morder,
de acabar con todo,
de liderar la revolución.
Pero hay otros en los que estoy tan triste
que no se qué decirme
para abrir los ojos
y salir de la cama.
Porque querer no es poder
y no se si puedo
aunque quiera y quiera mucho.
Y a veces soñar
es meterme en una fosa
y echarme arena en los ojos.
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