2 de septiembre de 2013

Podría ser, pero no fue. No fuimos. Y ahora no soy.

Me hiciste creer. O yo creí. Incluso cuando quizás tu no creías. Y ahora duele o dueles, ya ni siquiera lo se. Tampoco me importa. Me quebré. Suena ridículo pero lo hice. Me cuesta hasta echarte las culpas pero es que no creo que las tengas. Igual me equivoco, suelo hacerlo a menudo, pero no quiero pensar en ello. Y es que todavía dueles o duele lo que sea que hayas dejado con vida ahí dentro. Y permíteme dudar que quede algo. Fuiste sutil y dulce y yo pensé que quizás podría ser, pero no fue. No fuimos. Y ahora no soy. Y me pierdo mientras te busco pero a la vez huyo de ti. Y me escondo en un rincón de la cama por las noches porque creo que así tu ausencia se nota menos, pero no, se nota igual. Se ha convertido en sinónimo de tortura que junto con la soledad y la melancolía que causas se clava dentro y... Amor no dejaste mucho pero dolor, dolor dejaste en cantidades industriales. Dime a mi como me deshago yo de él si ni siquiera me quedan fuerzas para echarte de menos o para desear que vuelvas. Solo el vacío demuestra que estuviste aunque ya no estés, y no sabes lo raro que me resulta no sentir nada cuando me hiciste sentirlo todo. Fuiste ese susurro de certeza y realidad con el que conciliaba el sueño cada noche y ahora es la ausencia de ese mismo la que alimenta mi insomnio recordando cada gota de oxigeno que se escapaba de tus labios. Y ahora duele o dueles, ya ni siquiera lo se. Tampoco me importa.


No hay comentarios:

Publicar un comentario