30 de agosto de 2013

Game over.

Duele. Duele pensar que quizás todo lo que pasa por mi cabeza es verdad. Y quema. Y las lágrimas más que lágrimas parecen ácido corriendo por mis mejillas. Tengo miedo. Esto me asusta. Me siento débil, pequeña, casi diminuta o incluso invisible. "Incluso" invisible porque se que no lo soy, pero el mundo prefiere actuar como si la realidad fuese otra. Y siento que nunca nada es suficiente. Nada. Que no importa lo que haga, que nunca seré suficiente buena en algo o simplemente suficiente buena para encajar en algún lugar. Hay algo que no va bien. Y solía pensar que igual el problema estaba en los demás pero no, el problema está dentro de mi. Y me estoy volviendo loca por encontrarlo y acabar con él pero solo parece que doy vueltas en círculos. Estoy cansada. Agotada en todos los sentidos. Perder la cabeza no tiene que ser muy diferente a esto. Y no hables de sufrimiento si no sabes lo que es ahogar gritos de impotencia en la almohada para que nadie vea que estás rota. O tragarse sollozos mientras intentas hacer que se callen todas esas voces de tu cabeza. Pero no paran, solo parecen decir las cosas con más fuerza; esa fuerza que te van quitando a ti con cada palabra. Y tampoco parecen rendirse nunca por mucho que tu ya hayas tirado la toalla.Y quiero. Quiero tirar la toalla y hundirme por completo y no solo a medias. Nunca me gustaron las cosas a medias. Quiero destrozarme y destruirme y así al menos tener una razón concreta para llorar. Porque odio hacerlo sin tener claro el motivo. Y odio odiar. Y odiarte. Y odiarme. Y no ser fuerte. Y no poder aguantar todo esto. Me rindo.  Haced todo lo que queráis conmigo. Habéis ganado. Yo he vuelto a perder.


No hay comentarios:

Publicar un comentario