24 de septiembre de 2013

Sesenta y un días.

Compartimos el mismo cielo. Esa es la única conclusión a la que he llegado y en vez de hacer que te sienta más cerca, solo hace que te sienta más lejos, menos mío. Nunca lo fuiste. Te puedo tocar con la yema de los dedos pero creo que si lo hiciese quemaría. Quemarías. Y el ciclo volvería a empezar. Como el pez que se muerde la cola. Como quien tropieza con la misma piedra una y mil veces. Nunca sentí que te tenía pero ahora siento que te he perdido. Para siempre. Y por si te interesa es la primera vez que lloro desde que me olvidaste. Supongo que aún quedaba algo de esperanza guardada no se dónde ni por qué, pero no te preocupes que ya no queda de eso. Necesitar 61 días para darse cuenta de la realidad solo aumenta la fuerza del golpe, las grietas se hacen un poco más profundas, nada importante. Quiero frío e invierno para sentir tu ausencia más que nunca. Y que en vez de quemar, hieles. Quiero lluvia y días grises para creer que al menos las nubes me entienden y que también se deshacen en lágrimas. Quiero tazas de café caliente para echarles la culpa de mi insomnio y que así no la tengas tu. Y nada de sueños. No si tu apareces en ellos. No te quiero tener solo a medias. Ya no te quiero tener.

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