18 de noviembre de 2021

invierno en septiembre









«There is no longer a woman in my body.
Just this screaming child who does not listen.
She only wants. And wants. And wants.
Stubborn in her devotion.»

- Clementine von Radics




Apostar todo a una estación que detestaba
fue el preludio de unas manos vacías
de un invierno temprano
la conversión del hierro al cristal.

Abracé lo vulnerable por saberte de la mano
y por ver que te quedabas me quedé 
mirando a los miedos a la cara
hablando de madrugada con ellos 

a dos pasitos del precipicio 
pero enganchada a tu linea de vida,
asegurándome la inestabilidad en los meses siguientes 
tras cortarme las cuerdas y huir.


Éramos demasiados;
miedos e inseguridades,
kilómetros,
personas.


Cubrí vacaciones con mantas
el sol con agua salada, 
hice charcos en mi cama
invoqué al otoño con velas
y solo sentí aire seco y sangre helada. 

Recuerdo necesitar matarme 
y no saber cómo hacerlo,
ansiar el primer día de febrero 21 años atrás
buscarme en ti y tropezar con un buzón lleno de cartas sin abrir
con mi firma.

Solo reconocí mi cuerpo cuando otras manos lo tocaron
pero desconocí tu calor y no lo quise
y crecieron estalactitas en el pecho
que me clavé por no herir a nadie mas. 

En su cama siempre fuimos tres: 
sexo, mentiras y un corazón roto.


Después de ti el dolor adquirió tantas formas
que lo dificil fue esquivarlo.
Los días buenos pasaron a ser raros
la felicidad, un disfraz que me quedaba grande
por no poder compartirlo contigo. 

Pasaste de carne y hueso
a agua y tormenta,
de risa y lugar seguro
a insomnio y espejismos. 

Te soñaba ocho días a la semana,
y por las noches te esculpía en tinta.
Elegía el camino largo para escuchar a Carlos
y perderme entre las luces de una ciudad 
que dejó de ser hogar para convertirse en obituario.

En San Vicente Mártir nunca vi tanto enero
ni en Xàtiva tantos trenes llegando a su hora.
Ese año el mundo se puso de acuerdo para gritarme 
que lo que conocía ya no era igual,
que no pertenecía a ningún lugar 
y estaba sola contra todo.


Siempre supe que el otoño ganaba al verano
pero ese julio me convencí 
de haber llegado a un pacto con el tiempo:
la navidad por tu mano en mi pierna y ninguna en el cambio de marchas
la lluvia por ver todos los atardeceres nublados contigo
mantita y peli por despertar pueblos desde la montaña


Renuncié a quien era por más días
con una persona que no sé quién fue
pero que me dijo te quiero mirándome a los ojos
y voló por los aires acero forjado


En diciembre llegó el cristal.

Vi mi piel transparente 
y me reconocí desnuda con la certeza 
de que nadie más lo haría
ni siquiera tú, que tenías todos los mapas.
 
Me quebré con pocos golpes,
hice ruido al caer
y a quien me recogió sin cuidado
le obligué a sangrar conmigo.


Me dijeron que me hiciste frágil
pero nunca sentí tanta fuerza
como llorando de rabia en el suelo.

No me hiciste débil; 
arrancaste el bozal a mis lobos
y aullamos por sobrevivir.



Bajo la tiranía del silencio
nadie entiende de ruidos.



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