17 de junio de 2014

Hasta pronto



Como algo tan corto como siete días puede unir tanto ¿no? Y es que cuando no tienes tiempo de sobra, los sentimientos se disparan. No hay tiempo para ser frío. No hay tiempo para esperar que tiren abajo el muro que siempre te protege, apareces ya sin él y te da igual. Porque si te rompen habrás sentido esa cosa extraña en la boca del estómago, eso que yo todavía no se como definir por mucho que él intentara explicármelo. Son siete días en los que dejarse llevar es la regla de oro, y evadirse de la realidad de cada uno es prácticamente una obligación. Y si no he pensado en él puedo considerar esto todo un éxito...


Luego llegan las despedidas y todo vuelve a apagarse poco a poco. Y con el sol de la mañana cada uno comienza a aceptar su realidad. Despierta del sueño para, a veces, tener que afrontar la pesadilla. Pero es en esto en lo que consiste la vida. Todo viene y se va, todo sigue por mucho que queramos parar el tiempo. Y esto solo nos hace grandes. Y sufrir un poco a veces incluso merece la pena. Porque cuando las despedidas duelen está claro que los recuerdos son buenos.


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