6 de marzo de 2017

Marzo



« Puede que fuéramos demasiado jóvenes, no sé,
o fue culpa de esa sensación absurda de que si encuentras
a la mujer de tu vida con veinte años lo mejor es huir »
- David Trueba





Enero pasó dejando un reguero de saliva por mi cuello.
Calor, rutina, risas a deshora,
risas a destiempo, risas inconexas.

Enero pasó arrojándome a un acantilado de poesía
y gritándome:

« Querida, a veces vivirla no está de más. »


Dejé mi pluma a un lado
y me armé de sonrisas y ganas,
amontonando todo el hierro forjado en el suelo.
Ahí fue cuando entendí
que por mucho que se intente describir
- por ejemplo -
cómo es sacar la mano por la ventana
y tocar las nubes, y acariciarlas,
nunca va a ser igual que hacerlo.
Y sentirlo.


Francia, Bélgica y Holanda inauguraron Febrero
arrastrando con él un año más de experiencia
un año más de vida,
un año más de miedos.

Volvieron a traer el frío que siempre ha caracterizado a mi reino.
Y de golpe llegó el invierno a mis manos.
Y de golpe salí del acantilado escalando nieve.

La saliva que un mes antes corría por mi cuello
dejó de gotear por mi clavícula,
transformándose en un bloque de hielo
que acabó quebrando la voz
que ya había dejado de gustarme.

Y volvió a doler la garganta al tragar
de esa forma en la que duele
por no decir las cosas a tiempo.


El granizo trajo a Marzo por las esquinas,
golpeando los almendros en flor sin cuidado,
así como en una metáfora de mi vida.

Marzo llegó y me susurró
que la poesía no está hecha para todos;
que hay poesía y que hay poetas
y que puede que yo

ni una cosa ni la otra.




1 comentario: