3 de abril de 2016

Incapaz


Esta es una carta por si decides volver.
Aunque puede que no lo hagas.

Verás,
ya no quiero.

Ayer por la noche me quedé un par de horas más
despierta
imaginando, otra vez, como habría sido todo
si no hubiera sido tan así,
tan a tu manera.

Hace unos meses habría jurado verte desnudo
delante de un mundo apagado.
Habría jurado verte,
desnudo,
delante de un mundo,
apagado.
Pero ibas vestido hasta arriba
- y hasta abajo -
con un traje de emperador
que yo fui la única incapaz de ver.

Incapaz. ¿Ves?

No voy a volver a hablar de lo mismo de siempre,
porque lo mismo ha dejado de estar siempre.
O ha dejado de estar,
simplemente.

Dejaste de ser
el mismo
de siempre.

Y empezaste a no ser
siempre
el mismo.

Pero sabes que podría haber vuelto a suceder.
Podrías haberme vuelto a enganchar
a una máscara nueva cada día,
con su amanecer correspondiente,
y, en cambio,
enganchaste tus dedos en mi pelo
y tiraste de mi hacia atrás
mientras moría por morderte la boca.

Verás,
ya no te quiero.

Nunca quisiste verme amanecer
y hace tiempo te lo perdoné.
Sólo creía justo que supieras
que yo no pude esperarte.

Hay sonrisas que caducan a los dos años
y la tuya la estuve guardando un par de meses más;
exactamente hasta que se me empezó a caducar el resto
y renuncié a tirarlo todo por la borda.

No pude esperarte.
Era un lugar bueno para hacerlo,
un momento idóneo
en una ciudad con ganas de descubrir conmigo
la melancolía.
Pero no pude.
Me habría encantado,
pero no pude.
Se nos hizo tarde.





Y no permitas que te confunda el refranero español. 
Más vale nunca 
que llegar tarde a alguien.





No hay comentarios:

Publicar un comentario