19 de agosto de 2015

Ahora nada



Llega un día en que justo cuando vuelves a casa, mientras te pones esa camiseta grande, te recoges el pelo y te dispones a meterte en la cama algo hace "click" y grita que estás perdida. Perdida y al borde de un precipicio rebosante de insensibilidad. 

Dos años. Dos años y lo único que descubro ahora es que, después de todo, después de perderle, de perderme, de perdernos; por no quedar no me queda ni la gracia, ni las ganas, ni siquiera mi estilo propio de escribir. Por no hablar de lo gilipollas que se puede llegar a sentir una al intentar ponerle letra a algo que no conoce porque no existe. Algo que no es sentimiento porque no siente. Algo que no es emoción porque no se emociona y que no es estado de animo porque ni está ni le anima. « Y entonces, ¿ahora qué? ». « Entonces, ahora nada ». 

Ahora nada. Ahora y antes, claro. O más bien oscuro porque la nada suelen pintarla de negro. Como si el vacío pintado de blanco estuviera menos vacío. Alguien debería haberle visto la sonrisa antes de generalizar tanto esa idea, porque era un puñetero acantilado sin fondo. Y sin carteles que avisaran del peligro, sin líneas amarillas que te indicasen la distancia a la que debías mantenerte para que el tren no te absorbiera. Un puto tren que la única parada que tenía era la cama de ella, pero donde la gente idiota subía porque le daba igual a dónde ir mientras fuera a algún lado. 

Y más de su mano...



« ¿Y ya no viajas? » 
«¿Cómo se compra un billete de tren sin saber ni el origen ni el destino? »






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