«There is no longer a woman in my body.
Just this screaming child who does not listen.
She only wants. And wants. And wants.
Stubborn in her devotion.»
- Clementine von Radics
Apostar todo a una estación que detestaba
fue el preludio de unas manos vacías
de un invierno temprano
la conversión del hierro al cristal.
Abracé lo vulnerable por saberte de la mano
y por ver que te quedabas me quedé
mirando a los miedos a la cara
hablando de madrugada con ellos
a dos pasitos del precipicio
pero enganchada a tu linea de vida,
asegurándome la inestabilidad en los meses siguientes
tras cortarme las cuerdas y huir.
Éramos demasiados;
miedos e inseguridades,
kilómetros,
personas.
Cubrí vacaciones con mantas
el sol con agua salada,
hice charcos en mi cama
invoqué al otoño con velas
y solo sentí aire seco y sangre helada.
Recuerdo necesitar matarme
y no saber cómo hacerlo,
ansiar el primer día de febrero 21 años atrás
buscarme en ti y tropezar con un buzón lleno de cartas sin abrir
con mi firma.
Solo reconocí mi cuerpo cuando otras manos lo tocaron
pero desconocí tu calor y no lo quise
y crecieron estalactitas en el pecho
que me clavé por no herir a nadie mas.
En su cama siempre fuimos tres:
sexo, mentiras y un corazón roto.
Después de ti el dolor adquirió tantas formas
que lo dificil fue esquivarlo.
Los días buenos pasaron a ser raros
la felicidad, un disfraz que me quedaba grande
por no poder compartirlo contigo.
Pasaste de carne y hueso
a agua y tormenta,
de risa y lugar seguro
a insomnio y espejismos.
Te soñaba ocho días a la semana,
y por las noches te esculpía en tinta.
Elegía el camino largo para escuchar a Carlos
y perderme entre las luces de una ciudad
que dejó de ser hogar para convertirse en obituario.
En San Vicente Mártir nunca vi tanto enero
ni en Xàtiva tantos trenes llegando a su hora.
Ese año el mundo se puso de acuerdo para gritarme
que lo que conocía ya no era igual,
que no pertenecía a ningún lugar
y estaba sola contra todo.
Siempre supe que el otoño ganaba al verano
pero ese julio me convencí
de haber llegado a un pacto con el tiempo:
la navidad por tu mano en mi pierna y ninguna en el cambio de marchas
la lluvia por ver todos los atardeceres nublados contigo
mantita y peli por despertar pueblos desde la montaña
Renuncié a quien era por más días
con una persona que no sé quién fue
pero que me dijo te quiero mirándome a los ojos
y voló por los aires acero forjado
En diciembre llegó el cristal.
Vi mi piel transparente
y me reconocí desnuda con la certeza
de que nadie más lo haría
ni siquiera tú, que tenías todos los mapas.
Me quebré con pocos golpes,
hice ruido al caer
y a quien me recogió sin cuidado
le obligué a sangrar conmigo.
Me dijeron que me hiciste frágil
pero nunca sentí tanta fuerza
como llorando de rabia en el suelo.
No me hiciste débil;
arrancaste el bozal a mis lobos
y aullamos por sobrevivir.
Bajo la tiranía del silencio
nadie entiende de ruidos.